El cambio social sólo es posible con el cambio de las leyes

Rafael Linares Membrilla, abogado en Tenerife, tiene la humilde aspiración a través de este blog de crear un espacio sugestivo donde el fomento y la dignificación de la emprendeduría y del trabajo autónomo tengan un papel relevante. Al igual que la mejora de la Justicia y de todos los factores que se traducen en competitividad. No olvides dejar tus comentarios.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Sólo el crédito puede generar esclavitud



Con el incremento del desempleo en Canarias, han sido muchos los que han vuelto su mirada al campo tratando de proveerse de un “ingresito,”. En zonas rurales es muy frecuente contar con algún familiar o conocido que ceda un trozo de tierra que sirva siquiera para sembrar papas ("patatas," en refinado castellano).

¿Por qué papa? Es relativamente sencillo su cultivo, pronta la recolecta y se consume en todos los hogares de forma cotidiana, entre otras muchas razones.

Sin embargo, lejos de ofrecer réditos, lo único que esta actividad genera es endeudamiento. Veamos por qué.

El aspirante a agricultor acude a esta posibilidad como último recurso, careciendo usualmente del más mínimo ahorro. Saca entonces a crédito la papa de siembra y “los líquidos,”, tal y como comúnmente se conoce a los herbicidas y pesticidas necesarios.

El “papero,”, distribuidor de la zona, les fía encantado los útiles con dos compromisos: el primero, todas las papas que recolecte se las tienen que vender a él. Segundo, en cualquier caso si con el producto obtenido no se salda la deuda, el faltante deberá ser saldado en metálico.

La propuesta parece tan razonable como patente la generosidad del almacenero. Se acepta por tanto.

El problema surge cuando se saca la papa nueva y llega el momento de venderla. El “papero,” ofrece entonces un precio ventajista que en modo alguno cubre los costes en los que se ha incurrido. Ni siquiera el de los materiales que le habían sido comprados.

Es el precio que hay y es de obligada aceptación. El agricultor tendrá que pagar la diferencia y/o quedará debiendo.

Pueden darse dos posibilidades a lo largo de la campaña. Una, que alguna plaga arrase con el producto, lo que tendrá efectos económicos devastadores. Dos, que sea una excelente campaña, lo que hundirá los precios por el exceso de oferta, escenario aún más perjudicial.

Y en todo caso el producto deberá ser recogido, ya que la Administración no permite dejarlo abandonado en el campo, so pena de imposición de elevadas multas.

Se verifica por tanto una verdadera situación de esclavitud, posibilitada por el crédito sin más.

Ayuda a ello la prohibición de importar papa instaurada por el Gobierno local, convirtiendo este mercado en impermeable y sujeto a los designios de determinadas manos fuertes del sector.

Algún lector quizá piense que el culpable es el agricultor, quien ni siquiera atesora unos mínimos “ahorritos,” que le permitan iniciar la actividad pagando de contado los materiales precisos y con ello conseguir su independencia comercial y financiera.

No sería correcta dicha apreciación. En ese caso el almacenero accederá inicialmente a venderle los insumos, pero más tarde no le comprará el producto obtenido. Como mucho le ofrecerá el mismo precio oportunista que aplica a sus clientes cautivos.

Conocedores del sector agrícola dirán que el abuso del distribuidor se frenaría con el cooperativismo. Que la devastación debida a plagas se subsanaría con seguros. O que la caída del precio debida a una sobreproducción mengua con retiradas de producto.

Llevaría razón, pero estamos hablando de agricultores ocasionales. De quienes buscan en esta actividad una salida a su maltrecha economía. Y es ahí donde quiero llegar, ya que ocurre lo mismo con los consumidores en otros muy variados aconteceres.

Efectivamente, estas formas silenciosas de esclavitud han existido y seguirán existiendo a lo largo de la historia. Sólo necesitan dos ingredientes: la necesidad de uno y la ambición de otro. El crédito hará el resto.

El ejemplo de la papa no difiere mucho del mercado inmobiliario, por poner un ejemplo. Los bancos vendieron a mansalva inmuebles a consumidores ingenuos. El precio fijado era fijado por ellos, ya que todos tenían tasadora propia. Y tan sólo unos años después, llegaba la hora de “recolectar,”. El piso volvía a manos del banco a un precio inferior (fijado igualmente por ellos), y el hipotecado permanecía debiendo al banco la diferencia por los siglos de los siglos. Sus futuros ingresos serían embargados, al igual que nuevos bienes que adquiriese. Desprovisto de herencias que pudieran beneficiarle. En definitiva sería esclavo del banco eternamente.

Por otra parte, cuando la “mano negra,” decida que es procedente una nueva campaña, volverá a crearse artificialmente la necesidad que permita colocar los inmuebles “recuperados,” con pingues beneficios. Ello sin conceder la libertad de los otrora hipotecados, ahora deudores cautivos.

En su insaciable ambición los bancos disponen continuamente trampas para esclavizar: hipotecas, swaps, preferentes (…). “No es más rico el que más tiene, sino al que más deben,”.  Y cuando se “les va la mano,”, ahí aparecen de inmediato sus “pistoleros,”, los políticos que recomiendan pero en definitiva ordenan “socializar,” sus pérdidas.

Al igual que el cooperativismo puede ser la solución en el campo, sólo la unión de la sociedad civil puede poner coto a la situación que estamos viviendo. Ya lo dijo Gandhi: “en cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle,”.

lunes, 10 de septiembre de 2012

La solución de la Justicia es únicamente una cuestión organizacional



Bien sabe Dios que me he mostrado solidario con los funcionarios en general y en especial con los de Justicia, frente a los diferentes recortes salariales que vienen sufriendo.

Y lo he hecho movido por dos convicciones fundamentalmente. La primera de índole económica. Dicho colectivo representa lo que en términos económicos se conoce como “factor amortiguador,”, de suerte que el colectivo mantiene su consumo independientemente del momento económico que toque vivir.

A ella se suman causas motivacionales, por cuanto “tocar el bolsillo,” a un trabajador es la peor medida que se puede adoptar. La caída en la productividad es inmediata. Algo normal, ya que al individuo lo acucian una serie de necesidades y gastos que siguen siendo los mismos. Preocupaciones al fin y al cabo que afectan a todos los roles. Es menos perjudicial dejar de incorporar nuevos recursos sobre los que repartir los esfuerzos, pidiendo a los existentes que “arrimen el hombro,”.

Sin embargo, si tengo que opinar sobre el concepto del funcionariado en sí mismo, debo decir que lo concibo como una figura de la que se ha abusado con creces. Dicha condición debería estar reservada a una minoría dirigente de la función pública, procurando garantizar su independencia política.

Lo cual digo con ciertas reservas, siendo consciente que esta opción podría derivar en el clientelismo típico de los países latinos, donde los empleados públicos se suceden en bloque unos a otros al calor de las elecciones, dependiendo quien las gane y en consecuencia gobierne.

Aunque este mal debe ser relativizado, ya que en aquellos sistemas el empleo público es considerado precario y se conforma como la última opción. Incluso haber trabajado anteriormente en una administración puede ser considerado negativamente por un potencial nuevo empleador. Digamos que ello favorece el atractivo del sector privado, lo que resulta más que deseable.

Ciñéndome al campo de la Justicia, el cual conozco algo más por mi condición de abogado, estoy convencido que tiene solución y que además es barata.

Se trata simplemente de hacer un diagnóstico adecuado que determine la verdadera causa de la enfermedad en lugar de atacar los síntomas.

La Justicia no funciona porque carece total y absolutamente ya no de cualquier tipo de política en materia de recursos humanos, sino de cualquier política organizacional.

Es curioso que la empresa privada opta hoy por hoy por la estandarización de procesos de manera escandalosa y que paradójicamente esa no sea la aspiración en la Administración Pública, cuando se presta más a ello.

Hoy tras una desagradable experiencia en un juzgado (una más), volvía a reflexionar sobre el asunto y llegaba a la misma conclusión: falla la gestión procesal.

Anteriormente he entendido que sería positivo privatizarla, conservando eso sí, la independencia de Jueces y Magistrados. Soy consciente que dicha propuesta escandalizaría a determinados sectores y/o grupos de interés, pero no me cabe duda que sería la llave de la eficiencia.

Otra posibilidad sería establecer criterios retributivos basados en la productividad. Si bien acepto y comparto que sería sumamente complicado establecer los parámetros de valoración. Si no todos, la mayoría sí.

El gestor procesal ejerce una labor que en términos futbolísticos se asemeja a la del centrocampista. A él le corresponde el impulso procesal, “repartiendo juego,” a jueces, secretarios, procuradores, abogados y ciudadanos. Si el balón se para, lo roba el equipo contrario, que lo representaría el fracaso institucional.

Debemos entonces preguntarnos por qué no se consigue “mover el esférico,” de forma fluida.

En unos casos será por verdadera incapacidad. No todo el mundo tiene aptitudes deportivas, al igual que no todas las personas sirven para un trabajo en el que hay que ser tan ágil como organizado, aunando una larga lista de aptitudes y actitudes.

Puede incluso que el individuo no acepte o entienda su inclusión dentro de una estructura jerárquica. Muchos de ellos acceden a la Justicia sin ninguna experiencia laboral anterior, y la “cadena de mando,” puede resultarle extraña e incomprensible.

Y si esto acaece, son de esperar problemas con la delegación. Repetidamente la primera reacción ante una rebaja de derechos consiste en negarse a redactar diligencias, providencias o autos, labor que corresponde a secretarios y jueces, según ley.

No es menos cierto que todos trabajan más o menos, mejor o peor en función del juez al que estén adscritos: “el juzgado se parece al juez igual que el perro a su amo,”. Si aquél es motivador, todo marcha. Si sólo ve la negatividad de su personal, nada camina.

Se verifica en definitiva la “teoría Z,” de William Ouchi, quien sugiere que los individuos no desligan su condición de seres humanos a la de empleados y que la humanización de las condiciones de trabajo aumenta la productividad de la empresa y a la vez la autoestima de los empleados.

Otro punto flaco es el del trabajo en equipo. Un trabajador de la empresa privada asume con facilidad que no tiene capacidad para elegir al resto de integrantes de la organización. Por supuesto no a los iguales ni mucho menos a los superiores, aún cuando tengan menos capacidad que uno mismo. En un juzgado el hecho de llevarse mal algunos de sus miembros o incluso la existencia de facciones acarrea todo un bloqueo de su operativa.

No aceptación de la estructura jerárquica, falta de asunción de tareas delegadas, incapacidad para trabajar en equipo, motivación volátil según el superior o incluso falta de capacidad son licencias que únicamente cabe entender por las perversas consecuencias del modelo de gestión funcionarial.

¿Por qué los sindicatos mayoritarios no despiertan interés entre los funcionarios de carrera? Sencillamente porque no necesitan la protección que les ofrecen. Su estatus de por sí se lo faculta.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Buscando castigo para José Bretón


Debo decir que en el caso de Ruth y José (prefiero llamarlos por su nombre ya que lo tienen, en lugar de “los niños de Córdoba,”), al publicarse las periciales forenses contradictorias, llegué a pensar que podían aparecer. Quizá subyaciera una maniobra políticamente interesada con la única intención de forzar al padre a indicar su paradero si estuvieran vivos y los tuviera ocultados.

La opinión pública culpa de todo al gobierno de turno, incluso de estas barbaries. Y podía ser que el PP no deseara un revés mediático similar al que indirectamente soportó el PSOE en el caso Marta del Castillo. 

Rubalcaba o Rajoy, Rajoy o Rubalcaba, tanto monta, monta tanto, tienen la culpa de todo. Más en estos momentos en que los problemas de toda índole se mezclan y confunden.

Ello por cuanto el pueblo llano no entiende penas desproporcionadamente inferiores respecto de lo que la moral aconseja. Y se antoja ciertamente complicado explicar que sin cadáver no hay prueba de asesinato, de forma que a la Justicia no le queda de otra que ser profundamente pragmática en su aspiración de ser justa.

Era posible que José Bretón “cantase,” ante la amenaza de una imputación por asesinato, en lugar de la anterior por secuestro.

Por otra parte dicha licencia sería perfectamente entendible si quienes de ella hicieran uso fuera el PP, partido que actualmente confiere grado de dogma al dicho que “el fin justifica los medios,”.

Si así hubiera sido como abogado evidentemente habría cargado las tintas contra tal violación procesal, si bien al menos me sentiría contentado con que Ruth y José hubieran sido encontrados.

Sin embargo a fecha de hoy ya sabemos que desafortunadamente los restos hallados corresponden a los cadáveres de los chiquillos.

Ahora mi reflexión es otra, si bien las preguntas que me abordan no son técnicamente superiores a las de cualquier lego en la materia legal. Dudo sobre si el imputado se encontraba en sus cabales.

Todo el mundo se apresura a contestar que sí, quizá demasiado saturados ya por programas televisivos que encuentran en el morbo un verdadero filón, y siempre deseando que Bretón sea condenado y sufra la peor de las penas. Incluso las que puedan no estar previstas por nuestro ordenamiento.

Pero si no presuponemos incapaz a alguien capaz de perpetrar tal aberración y posteriormente mantenerse impasible, tendremos que pensar que existe el bien y el mal, dando cabida a conceptos tan metafísicos en nuestras vidas y en última instancia en nuestra Justicia.

¿Debería entonces sistemáticamente ser considerado insano todo autor de un delito cruento? No tengo la respuesta a esta pregunta. Lo que si tengo claro es que este tipo de actuaciones supera todas nuestras previsiones morales y/o legales, haciendo saltar por los aires nuestro concepto de derecho penal resocializador. Nuestras más simples convicciones comúnmente generalizadas quiebran.

Reactivamente surgen en las redes sociales peticiones de cadena perpetua o incluso pena de muerte. A las cuales ni me opongo ni apoyo, pero sí me atrevo a decir que su análisis conllevaría poner “patas arriba,” ya no el código penal, incluso nuestro sistema punitivo o en último grado nuestro propio concepto de Sociedad.

Es un tema escabroso, que no se resuelve añadiendo simplemente una nueva pena al “libro rojo,”.

Y aunque así se procediera… ¿reduciría esto el salvajismo a futuro? Si la respuesta es no en base a otras experiencias internacionales, nos estaríamos equivocando de forma palpable.

De otra parte sí es cierto que podría dar algún tipo de satisfacción a los familiares de las víctimas, y esta es otra de las facetas de nuestro derecho penal: su aspiración resarcitoria. Este concepto ya fue desarrollado por Kant en el siglo XIX (“teoría de la justa retribución,”), y gira sobre la idea que la culpabilidad del autor sea compensada mediante la imposición de un mal penal, de forma que se agota todo el fin de la pena en la retribución misma. Tampoco Hegel reconoció finalidades de prevención, como el mejoramiento y la intimidación, como fines de la pena. Esta constucción gravitó decisivamente en relación a la ulterior evolución del Derecho penal y, debido a que no existen aun alternativas consolidadas, actualmente conservan relativa vigencia.

En algo estoy de acuerdo con los precitados autores “retribucionistas,”, y es en que la pena no tiene utilidad preventiva, por cuanto sólo cabe motivar con el castigo a los animales.

Esta formulación encierra el peligro de su intrínseca debilidad para fundamentar cuándo es legítimo que el Estado use la pena, como ocurrió en la baja Edad Media con la práctica de las ejecuciones ejemplares.

En cualquier caso la teoría del delito está en íntima conexión con la teoría de la culpabilidad. Y la aplicabilidad de la pena lo está con el libre albedrío, siendo culpable aquél sujeto que pudiendo motivarse en el respeto de la norma optó por la opción contraria y delinquió.

Esa es la pregunta. ¿Pudo José Bretón elegir por estar en pleno uso de sus facultades mentales? Piense antes de responder, por cuanto si su respuesta es sí, estará considerándolo igual a usted, en lugar del ser abominable y detestable que sin duda es.

martes, 4 de septiembre de 2012

CON EL BANCO COMO CONTRAPARTE PROCESAL


Como el resto de conciudadanos me quedo absolutamente perplejo con las medidas acordadas de ayuda a los bancos, mientras que el resto de la sociedad lo pasa verdaderamente mal.

Como abogado en particular, me da miedo pensar que los jueces se contagien de esa pretendidamente común convicción sobre la necesidad de salvar a las entidades bancarias.

No quiero decir con esto que personalmente aspire a un papel protagonista agitando el estandarte de los antisistema. Pretendo que se comprenda que con frecuencia intervengo en procesos judiciales frente a los llamados “acreedores profesionales,”, y que me aterroriza pensar que quienes tienen la capacidad de reinstaurar el “deber ser,” se sientan tentados o influenciados para no hacerlo.

Ello no significa que no reconozca el derecho de los bancos a perseguir la recuperación de sus impagos. Es legítimo en una economía de mercado. Lo que rehúso es a reconocerles una “patente de corso,”, un trato de favor justificado en la subsidiaria socialización de las pérdidas en caso que sus negocios deriven en fiasco.

Y lo cierto es que nuestro ordenamiento y jurisprudencia han resultado ser históricamente condescendientes con ellos. Salvo la Ley de Azcárate, también conocida como “ley de la usura,”, promulgada en 1908 por un diputado republicano, pocas afrentas ha afrontado el sector bancario. Ley de sorprendente aplicabilidad y plena vigencia, todo sea dicho.

Puestos a pedir si salimos de esta crisis, modestamente me conformaría con que la Sociedad se convenciese que el director de la sucursal de turno no es un amigo. Él se limita como buen asalariado a comercializar productos que ni siquiera entiende (vgr. swaps o participaciones preferentes), llevando a los clientes al engaño suficiente para suscribirlos, revestido por su innegable ingenuidad.

De otra parte, me gratificaría que la nueva generación de emprendedores que esté por venir, rehúse avalar personalmente los empréstitos de su negocio. Que se negara a “entrar al trapo,”, cuando bancarios que no banqueros, le provocaran con frases del tipo: “¿es que no crees en tu empresa? ¿Entonces cómo quieres que creamos nosotros?”.

Todo proyecto empresarial se ve afectado por una serie de factores sobre los cuales el emprendedor carece de control alguno o previsión de cualquier tipo. Desde atentados terroristas que contraen el comercio mundial hasta la explosión de burbujas artificiosamente creadas.

También me gustaría que los empresarios al fracasar su empresa no bajaran los brazos y se limitasen a recibir golpe tras golpe de administraciones y acreedores financieros.

Siempre lo he dicho, España es un país que no favorece en modo alguno el emprendimiento, pero es un gran lugar para arruinarse. Haciendo las cosas bien claro está, y utilizando todas las herramientas legales a disposición, tales como el Concurso de Acreedores.

Desgraciadamente hasta quebrar cuesta dinero, y raras veces se reserva el capital necesario. En otro caso no pocos fallidos podrían volver a empezar una nueva aventura empresarial.

Decía antes que leyes y resoluciones judiciales dejan poco margen de maniobra en sede judicial para alzarse contra una entidad bancaria. Es obligado decir que ganar a un banco en proceso es muy complicado. Lo cual no significa que no sea posible, sino que si pretende hacer hay que tener dos cosas muy claras:

1º) Muchas de las claúsulas de un contrato bancario pueden ser declaradas abusivas, si bien no podremos alegarlo en fase de ejecución, cuando hayamos hecho dejación de pagos. Debemos ser proactivos e iniciar el declarativo correspondiente. 

2º) En fase de ejecución son tasados los motivos de oposición. Ello al tiempo que suelen disgustar a los jueces, quienes se predisponen entendiendo que se abusa de aquéllos premeditamente. Procuraremos entonces disparar un tiro certero, cual francotirador. Y si éste no fuera posible, desestimar la idea, ya que en otro caso las costas pueden ser cuantiosas.

Ahora bien, cuando el disparo se antoje preclaro, no lo dude, dispare. No elucubre con qué tipo de juez le puede dar o no la razón. Ciertamente nuestra justicia dista mucho de ser divina e infalible, pero por nuestros tribunales discurren diaria y sistemáticamente miles y miles de procedimientos judiciales instados por los bancos en persecución de particulares y empresas, de suerte que por pura estadística los juzgadores prestarán especial atención a posturas que se enfrenten con cierto fundamento.

Y es que los bancos llegan a creer que su simple manifestación sobre el importe debido es más que suficiente. No en vano realizan a su antojo anotaciones y cargos en cuenta. Pero cuando salen de su cubil solicitando el amparo judicial, litigan en condiciones de igualdad, de suerte que la prepotencia se paga.

La Resolución que enlazo a continuación es un claro ejemplo de cuanto vengo diciendo. No sólo es gratificante porque me la notificasen el primer día de vuelta al trabajo, o porque doblegar a un banco siempre conlleve una especial satisfacción. Es especial por cuanto compruebo que aún nuestros jueces siguen siendo independientes y no se dejan influenciar por la sugerencia política de socialización de las pérdidas bancarias.

domingo, 2 de septiembre de 2012

De CEO en dificultades al Hall of Fame empresarial


¿Es usted CEO? ¿Director General de una gran empresa? ¿Atraviesa la compañía que regenta por dificultades y por ende usted teme por su posición? ¿Ya no le es suficiente hacerlo algo mejor que el mercado? ¿Tiene cierta capacidad de autocrítica? Entonces permítame unas humildes sugerencias que quizá puedan ayudarle.

La España empresarial es el “mundo al revés,”. Aquí no llegan a la cúpula los mejores ni los más preparados, sino los que mejor gestionan sus relaciones personales y tienen más aguante. Cuando cambia la Dirección, no se cambia el modelo de negocio, se cambia de amigos. Es importante tener cerca personas leales, aunque no sean los más capacitados. Y si no se es amigo, por lo menos no parecer enemigo. ¿Ha ocurrido eso en su empresa? ¿Han premiado sus antecesores con ascensos a quienes no lo merecían? ¿Lo ha hecho usted mismo y ahora se da cuenta del error?

Pues bien, como suele decirse, las crisis son oportunidades, y usted tiene en su mano la posibilidad de enmendar el error. Abra la “caja de Pandora,”. Únicamente el capital humano de su empresa tiene la fórmula para sortear estos tiempos de dificultad. Y no se limite a poner un buzón de sugerencias en cada centro de trabajo para que todos los trabajadores aporten ideas. Eso está ya muy visto. Es un cartucho que se quemó a finales de los noventa y sólo conlleva mejoras anecdóticas. Se trata que los verdaderos responsables asuman con mano firme y acertada el timón de la nave.

¿Quién conforma su equipo directivo? ¿No son los adecuados? Cámbielos. ¿Han llegado arriba mozos de almacén sin ninguna formación académica ni aptitud alguna en sustitución? ¿Me sigue? Le hablo de “chusqueros pelota,”. Le comprendo si está pensando que despedirlos supone un coste imposible de asumir, ahora más que nunca. Bien, devuélvalos entonces al almacén, de donde nunca debieron salir. Me dirá ahora que cómo va a pagar un salario indecente a un mozo. Se equivoca. Lo ha estado pagando hasta ahora. Es más, lo ha hecho con un sobrecoste intangible: los beneficios que ha dejado de ganar su empresa por el hecho de ocupar un puesto decisivo y decisorio con un “dummie,”, con uno de esos muñecos creados a imitación del cuerpo humano para posteriormente ser golpeados, aplastados o destrozados en siniestros simulados tendentes a aumentar la seguridad de los vehículos.

¿Se convence? Sigamos. Ahora tenemos que buscar el zulo donde el inepto tiene escondido a buen seguro un tesoro a modo de capital humano.

Quizá usted mismo sin quererlo le haya facilitado esa labor, obsesionado con la estandarización de procesos. Aspirando a que ningún empleado resulte imprescindible y pueda ser sustituido por otro sin merma de la cuenta de resultados. Cuando todo iba bien el sacrificio de la individualidad parecía estar justificado, pero ahora… ¿no necesita soluciones creativas e innovadoras? ¿No es hora de dejar decir a nuestros mandos intermedios que ellos no están para pensar sino para actuar? ¿No es momento de dejar de autoproclamarnos como los únicos arquitectos señalándolos a ellos como vulgares albañiles?

Dependerá de su franqueza, pero finalmente no tendrá más remedio que estar de acuerdo conmigo en que el modelo empresarial español atenta contra la propia autoestima del trabajador. ¡No me diga que no le motiva cambiar este “status quo,”! Sobre todo ahora que ya ha jugado todas sus cartas sin resultado. Piénselo, ¡puede entrar en el “hall of fame,” empresarial!

Haga memoria. Cuántas personas válidas ha perdido su empresa a lo largo de los años. Profesionales que han triunfado en la competencia. ¿Renunció su director de RR.HH. ante tal constatación de su miopía? ¿Quiere seguir perdiendo valor? ¿De verdad cree que complejos programas de gestión pueden suplantar la genialidad?

¿Qué ha pensado usted siempre de aquellos tránsfugas? Seguro que los tildó de traidores. Puede que incluso le ayudara al efecto la información fragmentada y fragmentaria que le facilitasen a modo de explicación, si es que la pidió.

Todo profesional tiene derecho a un plan de carrera. A progresar y ascender en la empresa y con ello crecer personalmente. Y si esto no sucede, la explicación por parte de la empresa debe ser automática, bien para que el individuo corrija sus deficiencias, bien para que tenga la posibilidad de buscar alternativas en el mercado laboral.

¿Va a seguir cometiendo el mismo error? Sea realista. Usted como CEO, ¡no se entera de nada de lo que sucede en la organización!

Deje de recibir información filtrada y manipulada. Cree un perfil en Linkedin, y sea usted el que invite a contactar a todos aquellos usuarios dados de alta de su firma, independientemente del nivel jerárquico en que se encuentren. Si espera pasivamente a que otros quieran enlazarle, sólo osarán hacerlo sus adláteres y algún que otro "trepa,".

Acceda a sus currículums y valore usted mismo lo que hay y lo que no hay. Encontrará situaciones de hecho verdaderamente sonrojantes, como que alguien que tan sólo cuente con la EGB subyugue a todo un doctor en marketing, cuya tesis para más inri versa precisamente en el modelo de negocio de la empresa (¡!).

Se preguntará dónde ha estado usted todo este tiempo. Quizá hacia dónde dirigía la mirada.

Y le anticipo, si va a pedir explicaciones a toda la cadena de mando sobre el porqué un determinado potencial no ha sido promocionado, prepárese para las excusas más grotescas. No se conforme. Pida opinión a un consultor independiente en la materia.

Una vez que vea la punta del iceberg, podrá calcular sus dimensiones. Y resuelto a operar el cambio, ponga su empresa patas arriba. Libérese de esa guardia pretoriana que tan poco favor le hace. Devuélvalos a arar al campo y rodéese de esas personas capacitadas con las que su empresa ya cuenta, que conocen mejor que nadie el negocio y que han permanecido invisibles. Se mostrarán con usted más comprometidos que los anteriores, y a buen seguro conseguirán el incremento de beneficios suficiente para pagar su nuevo sueldo y la indemnización de su anterior jefe y/o el desproporcionado salario de éste como mozo de almacén.

Se lo digo yo, un simple abogado que en su humilde quehacer detecta situaciones cuya única explicación lógica y posible sería que usted no se hubiera enterado.